Téngase Esperanza (fundada).
Estamos en los inicios del año 2022. Para estas fechas, la mayoría de los hoteles ya tendrán su presupuesto anual aprobado y pronto reportarán los resultados de enero. Los inversionistas más sensatos habrán quedado satisfechos con la expectativa que se les presentó para el nuevo año, y dirán que el presupuesto de su hotel es realista y retador.
Realista en reconocimiento a los peligros que acechan, y retador como un voto de confianza en su equipo, quienes deberán superar los desafíos y entregar resultados aún más allá de lo esperado.
Pero ¿Cómo se puede ser realista en estos tiempos de ficción? y, ¿Qué tan fuerte será la corriente en contra? ¿Alguien lo puede predecir?
Hay una palabra que no es común en la jerigonza de los negocios, pero resume mejor nuestra actitud ante los desafíos del año que llega: Esperanza.
La esperanza se define como “un estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos” (RAE).
Los negros nubarrones que se avizoran en el 2022 hacen imposible calificar como realista cualquier presupuesto, y decir que es retador se convierte en una obviedad, ya que enfrentar la incertidumbre no puede ser más que desafiante. No es suficiente reconocer lo difícil que será navegar por las turbulentas aguas del 2022, sino que será imposible surcarlas si no se cuenta con por lo menos un atisbo de esperanza, siempre y cuando sea esperanza fundada (apoyar algo con motivos y razones eficaces. RAE).
Realista y retador puede ser lidiar un toro. El toro y su puntiagudo astado está allí; es real y retador pararse frente a toda su bestialidad. Ver el próximo año como retador no nos libra de la probabilidad de una buena cogida, pero enfrentarlo con esperanza fundada significaría no sólo que tenemos claras las expectativas, sino que, además, tenemos el conocimiento, la experiencia, la confianza, el deseo, y ¿por qué no?, la fe de lograrlas: la esperanza de una buena lidia.
La esperanza da sentido a nuestra vida, ya que gracias a ella enfrentamos cualquier problema con inteligencia, pero también con confianza. La confianza engendrará alegría y alimentará la pasión. Si tenemos esperanza evitaremos la depresión y el presentimiento de un final infeliz.
La esperanza es un sentimiento de confianza dentro de nuestro ser que nos fortalece para no desvanecernos ante los obstáculos de la vida, la esperanza es la fuerza que nos llega, no sabemos de dónde (algunos sí sabemos de Quién), para alcanzar la meta cuando parecía fuera de nuestro alcance.
¡Pero téngase cuidado! La esperanza se sustenta en la posibilidad de lo que sí podemos, porque sabemos y sabemos que sí podemos, a pesar de las dificultades, porque tenemos el conocimiento y el talento, porque existe un proyecto, una ruta, aunque tal vez sinuosa. Tener esperanza sin talento, sin conocimiento, sin proyecto, sin inteligencia, sin experiencia, sólo con aparente buena voluntad y un afán destructor de todo lo que funciona, es una invitación a la desesperanza y al fracaso. La esperanza infundada sólo es ficción y palabra falaz en voz de demagogos.
Muchos de nosotros ya tenemos para el año que llega presupuestos realistas y retadores, para lograrlos téngase talento, aprovéchese la experiencia y aliméntese el conocimiento, constrúyase sobre lo que ha funcionado, aspírese a más y a mejor, pero sobre todo… téngase esperanza.