Por Felipe Ríos.
Después de semanas lejos de la Hotelería Mexicana y de las redes sociales, regreso a éstas con la esperanza de recautivar a mis tres ex-asiduos seguidores.
¡Pues nada! Cerrando el año “a tambor batiente”, trabajando para lograr los objetivos de nuestros hoteles de la región, pero también ¿por qué no decirlo? mis objetivos personales y familiares.
La mayoría de quienes leen este blog son turisteros, hoteleros y uno que otro motelero, pero estoy seguro que todos son amantes de turistear. Todos tenemos nuestros modos y mañas para hacer turismo, yo por ejemplo disfruto sumergiéndome en una cultura a través del corazón de su gente, entendiendo lo que piensan y a lo que le temen, conociendo lo que aman, comiendo lo que comen, disfrutando y valorando lo que disfrutan y lo que los hace diferente al resto del mundo.
¿Y por qué no hacerlo en Guadalajara? Octubre también fue un buen mes para disfrutar de Guadalajara en plan vacacional y vocacional.
En esta ocasión me concentré en conocer la oferta de hospedaje y gastronómica del centro de la ciudad, es decir, “de Chapu – pa-llá” (hacia el oriente de Avenida Chapultepec, antes Lafayette).
Con respecto a hotelería, por obvias razones yo ya conocía el Holiday Inn del centro, pero no había tenido oportunidad de caminar la oferta de hoteles de marca como el Real Inn (antes Hotel Génova), el One y un extraordinario NH. Es evidente que la hotelería nacional e internacional ya descubrió el despertar turístico de Guadalajara. También encontré una excelente oferta de hoteles independientes como el Morales y el Mendoza y un exquisito hotel boutique como Casa Pedro Loza; caminé también otros hoteles tradicionales de hermosa arquitectura y un servicio digno como el Hotel San Francisco Plaza, el Santiago de Compostela y el Francés. Me hospedé en una de las recién remodeladas habitaciones del hotel Fénix, que me sorprendió por su excelente servicio, por gozar de la mejor vista de la ciudad en 360 grados y todas sus habitaciones amuebladas ni más ni menos que por Rangel Hidalgo.
Dos antros en el camino. Fuimos a dos antros que estaban cercanos a la zona llamada de las nueve esquinas, sólo entramos a conocer, pero no nos quedamos, preferimos no averiguar qué había en los corazones de sus parroquianos (y curvilíneas parroquianas).
Respecto a las cantinas, éstas no están dirigidas a mi perfil de consumidor, no me gustaron, tal vez esperaba un Indio Azteca de Monterrey o un Danubio o la Belmont de la ciudad de México. Un kilo de cacahuates en La Fuente, y una “nalga alegre” https://www.youtube.com/watch?v=cyeFzo-Yxzk en Los Equipales nos dejaron relativamente satisfechos; pero nos quedó la impresión de que encontraremos mejores cantinas que éstas en Guadalajara.
En cuanto a gastronomía, estas son mis vivencias y recomendaciones:
En este epicúreo deambular por Guadalajara dimos con La Ambasciata D’Luiggi, un patiecito de Italia en México, justo en frente del Consulado Americano (López Cotilla). Aquí disfrutamos pan hecho en su propio horno tradicional, pasta artesanal al dente, total carencia de salsa prego y una buena selección de vinos ($220 pesos la botella). Lo que a este lugar le falta de elegancia y comodidad, le sobra de calidad de alimentos, tamaño de porciones y buen precio. El servicio es muy bueno si tu anfitrión es mi sobrino Luiggi D’Nápoles quien además es excelente conversador.
La calidez de Luiggi y el buen humor que te despiertan sus recetas hacen que los comensales de otras mesas se conviertan en tus nuevos mejores amigos. Así terminamos en la mesa de uno de ellos, Miguel Nishikawa mexicano de origen japonés avecindado en la calle Libertad, que trabajó muchos años en el Suehiro, ¡Hombre sabio! Conversamos del mundo y sus devenires. ¿El tema obligado? Las elecciones en Estados Unidos de Norteamérica. La conclusión fue unánime: gane quien gane (Clinton o Trump), pierde la gente decente de ese país.
Para otra ocasión quedó conocer la oferta cultural de Guadalajara: Sus más de 20 museos y exhibiciones de arte, su biblioteca Octavio Paz, su Plaza del Mariachi (para que no nos cuenten); asistir a algún concierto a su Degollado o a algún show al Diana, o a un martes de glamour en la Coliseo; caminar sus mercados (Alcalde, San Juan de Dios y Centro Joyero); nos perdimos sus Fiestas de Octubre y el Encuentro Internacional del Mariachi. En fin, hemos concluido que para conocer Guadalajara como turistas necesitamos por lo menos 4 días, y ánimo para subir un par de kilos de pura lonja.
Ya podemos imaginarnos la calle Alcalde terminada, sus corredores peatonales, su nuevo Acuario, el dinamismo que imprimirá la Ciudad Digital y mucho más.
¡Qué vergüenza Tapatía! Veintitrés años viviendo contigo y no te conocía.
¿Qué hay de nuevo viejo?… Para mí: Guadalajara.
3 Comments
Infinitas gracias tío, para ser tan bueno locutor y describir con total honestidad tus experiencias siendo objetivo y imparciales. En lo que compete espero y deseo nunca defraudarte tu sobrino Luigi
Bienvenido de nuevo a su blog Mr. Rivers, soy uno de sus tres ex-asiduos seguidores… excelente narración de su tour hotelero, (algún día cuentanos de un tour motelero!) y gastronómico, y si, coincido en que los que vivimos en Guadalajara no lo conocemos en su total dimensión.
Un abrazo!
Soy la cuarta seguidora, me encantan las descripciones de las aventuras hoteleras y los sueños por cumplir. Y que va a ver más, por supuesto, esperamos más.