Por Felipe Ríos.
Sólo un tonto se atrevería a viajar a Corea del Norte con semejantes y surrealistas anuncios.
El jueves llegué a Guadalajara en vuelo procedente de Atlanta, nos bajaron en la “terminal remota” (así le dicen al camioncito), no bien abrieron las puertas del avión cuando nos atacó una nube de mosquitos empeñados en desangrar democráticamente a todos pasajeros, sin hacer feos ni distingos de nacionalidad, color, olor, edad, masculinidad ni feminidad, para los mosquitos todos somos hijos de Dios y todos igual de sabrosos.
Una vez que pasas migración te encuentras con posters advirtiendo de los peligros del zica, dengue y chikungunya (hasta parece porra del Club de Peggy).
Sólo un tonto se atrevería a viajar a México con semejantes alimañas del mal y sus amenazantes anuncios con las que nuestro país nos da la bienvenida.
No opino que se deban quitar los anuncios y posters informativos de prevención de enfermedades, son educativos y representan el único mensaje de identidad y orgullo nacional que se le puede ocurrir al dueño del aeropuerto de Guadalajara. Al pensar en ello me surge una duda, ¿el dueño del aeropuerto de Guadalajara será extranjero?, ¿Por qué en su aeropuerto no expresa algún valor cultural de nuestra ciudad? ¿Por qué no demuestra una pizca de interés o talento para aprovechar la oportunidad de promover nuestros valores en un punto de encuentro multicultural y único? El único talento que le sobra al dueño del aeropuerto y debemos reconocerle es el de rentar locales, vender espacios publicitarios y engendrar caos y psicosis con las filas más ridículas, infames e ineficientes del mundo, o si no, díganme de un aeropuerto en el que la fila de acceso a las salas de abordaje llegue a la calle (lunes 1 de agosto 6:00 am); díganme de un aeropuerto en el que los taxistas son dueños de la fila de descenso (pegada a la banqueta) y los pasajeros que venimos en otros medios de transportes tengamos que descender en triple fila, o que el acceso de autos se cierre por el interminable paso de los peatones hacia el estacionamiento.
Los invito a considerar mi comentario sólo bajo dos perspectivas: por un lado la de los mosquitos y por la otra el desaprovechamiento de un lugar único para la difusión cultural como lo es un aeropuerto.
Podrán decir que es temporada de lluvia y que nuestros mosquitos son de los que no transmiten enfermedades, que son de los buenos. Es cierto que se incrementan con en el temporal, pero la peste dura todo el año, hace algunos meses escribí un cuento corto que publiqué en este blog “Los Señores de las Moscas”, en donde a manera de cuento describo cómo en un vuelo de Monterrey a Puebla los pasajeros se dedicaron a matar moscas convirtiéndose en unos verdaderos salvajes, el instinto asesino del personaje surgió al estarse rascando los piquetes de zancudo que le propinaron esa mañana en el aeropuerto de Guadalajara (y lo escribí como cuento porque la realidad superó la ficción).
Mi madre me enseñó que en donde hay moscas y mosquitos hay suciedad, mugre, cosas echadas a perder y descuido. Pido a Dios que las mamás de los visitantes de Guadalajara no les hayan enseñado lo mismo, ya que se formarían creencias que no nos convienen a los que vivimos del turismo. Sin embargo, aquí entre nosotros… ¡Qué difícil remar en contra de la corriente!
Por otro lado, cualquier ciudad “normal” con la fortuna de tener un aeropuerto internacional se preocupa por difundir en ellos sus valores. En Atlanta, por ejemplo, me entretuve algunos minutos observando el tacuche de bodas de Martin Luther King que está en la Sala Internacional “E” en una exhibición fija desde hace algunos años, el aeropuerto de Atlanta tiene 8 salas con exhibiciones fijas y temporales de arte (http://www.atlanta-airport.com/passenger/art%20program/Rotating_Exhibits.aspx).
Alguna vez el aeropuerto internacional de la ciudad de México y el de Monterrey fueron salas de difusión cultural y artística de nuestro país, allí conocí entre otros, a Enrique Carbajal (Sebastián) y a Guillermo Ceniceros (http://www.guillermoceniceros.com/) quien por cierto me obsequió tres grabados firmados y seriados que a mi vez obsequié a mis queridos amigos los Tarines de Monterrey (de la agencia de publicidad Tarín y Contreras). En este sentido vale la pena reconocer a funcionarios aeroportuarios de otros tiempos; yo reconozco por mi experiencia personal el trabajo de Don Alfonso Martínez Domínguez y de Oscar Herrera Hosking por allá a finales de los ochentas.
En otros tiempos, nuestros aeropuertos ofrecían a nuestros visitantes una probadita de nuestra riqueza cultural, nos educaba a los nacionales y no estaban plagados de moscas, como el aeropuerto de Monterrey ni de mosquitos, como el de Guadalajara.
¿Debemos aceptar el mosquerío y zancuderío como algo normal? ¿Se puede levantar una queja a la Profeco por la falta de fumigación de nuestros aeropuertos? ¿O por el trato de ganado vacuno que nos dan?
¿Debemos aceptar un aeropuerto de Guadalajara desabrido, turísticamente desaprovechado y ajeno a nosotros mismos?
Respondo como lo hacemos la mayoría de los mexicanos, con una sola palabra: INDIFERENCIA.
¡Que se sigan divirtiendo!
2 Comments
Me encanta tu sentido del humor. Y pienso como tú, es el peor sexenio en todos aspectos. Tal parece que quisieran destruir todo lo que a base de esfuerzo y trabajo se a ido logrando.
¡Hola Elisa! El peor sexenio y mientras no encontremos la manera de proponer un proyecto de país, cada sexenio comenzará de cero. ¡Saludos!