Por Felipe Ríos.
La palabra que propongo en cambio es la palabra APRENDIZ, la cual define a la persona que aprende un arte o un oficio. Partamos del hecho irrefutable de que la hotelería es ciencia y es arte. Las bases científicas se aprenden casi siempre en la escuela, se aplican y perfeccionan en el trabajo pero, ¿en dónde se aprende el arte? ¿Cómo se adquiere el oficio? No hay aprendiz sin maestro y este simple hecho implica el compromiso de aprender de una persona y la tarea de enseñar de otra.
Por lo tanto el aprendiz no es un cubre turnos sin sueldo (y sin derecho al comedor de empleados), no es un saca copias (IBM), no es un montador de banquetes “glorificado”. El aprendiz no se queda solo, tiene objetivos concretos de aprendizaje y tiene quien se los transmite y acompaña.
Tener un aprendiz a tu cargo te exige la responsabilidad de enseñarle lo mejor de tus prácticas personales, lo mejor de tu experiencia y la obligación de transmitirle la ciencia que la escuela no le ha ofrecido, así como tu interpretación de cómo crees que aplica la ciencia en tu trabajo, implica dialogar, mostrar, demostrar, probar, corregir, perfeccionar, explicar, festejar los logros y celebrar los errores, repetir el proceso ¡hasta que salga bien! No es fácil, pero es MUY SATISFACTORIO cuando se ven los resultados aunque el aprendiz termine yéndose a otro hotel, y aún MÁS SATISFACTORIO cuando te lo encuentras en la vida convertido en un profesionista exitoso y estrechándote la mano con lágrimas en los ojos, te da las gracias por todo lo que le enseñaste.
No importa título, ni la edad, ni el género, ni el puesto (no hay puesto despreciable dentro de un hotel), lo que realmente importa es la generosidad de dar lo mejor de ti mismo, lo que importa es compartir el conocimiento y la experiencia que te llevó a estar en donde estás y a ser reconocido por tu aprendiz como su maestro.
El hotelero debe obedecer a la naturaleza de su vocación, la vocación hotelera es de servicio y de desprendimiento; nada más afín a su naturaleza que enseñar. Para mí, ese es el primer principio que me llevó a esta noble profesión; que me permite disfrutarla y ser feliz. Parafraseando a la Santa Madre Teresa diría que el hotelero que no sirve para servir no sirve (punto), y diría además con palabras menos santas pero igual de certeras que hotelero que no enseña, no vende y sin ventas no hay ingresos, ni utilidades, ni retorno sobre la inversión… Y lo vaaaaan a cooorrer.
5 Comments
Nada más cierto para quienes nos dedicamos a esta noble actividad, servicio y actitud sinonimo que nos debe llevar a ser cada día mejores
Felicidades Felipe, buenos y claros conceptos para la reflexión
Lupita Vargas
De acuerdo totalmente Sr. Ríos, que diferente seria esta profesión con personas como usted… sin envidias para transmitir nuestros conocimientos ayudar a las nuevas generaciones a amar esta profesión, de por si noble y con ninguna otra satisfacción que hacer sentir a un huésped o cliente satisfecho con nuestro servicio.
Sin duda aprendiz
Excelentes comentarios Don Felipe … es una gran satisfacción el transmitir conocimiento y experiencia; Y mejor cuando es bien recibida, aplicada y más aún mejorada !!! .
Cuando lo haces con gusto siempre sale bien y se refleja directamente en nuestros húespedes. Siento que el objetivo primordial no solo es hacer buenos colaboradores la esencia es hacer mejores personas !!
Saludos desde Hermosillo!!!